domingo, 18 de noviembre de 2012

LA HISTORIA DEL VIEJO EGUCHI

Esta historia gira entorno a Eguchi, un anciano de sesenta y siete años, casado y padre de tres hijas.


Kiga su mejor amigo, le recomienda una casa secreta a las afueras de Tokio. Allí en esta enigmática casa, los ancianos toman un delicioso té y luego pasan a una habitación donde les espera en la cama una joven y bella durmiente. 

Eguchi duerme con cinco hermosas doncellas a lo largo de la historia. Mientras les acaricia el pelo, los hombros, los senos, toca sus labios... el olor de su piel (leche materna, rosas, camelias), vienen a él una avalancha de recuerdos; cada mujer evoca otras del pasado; su esposa, sus tres hijas; sueños inacabados, anhelos hechos, sus antiguas amantes: una geisha celosa, una mujer casada (última pasión de su juventud), su amante antes de casarse, una adolescente y una joven a la que le robó un beso hace más de cuarenta años, la esposa de un ejecutivo que decía que antes de dormirse contaba los hombres por quienes no le importaba ser besada, su madre enferma, y por último pensaba en la muerte. 

Los viejos tienen la muerte, los jóvenes el amor, pensaba Eguchi

El sueño, el sexo, la sexualidad, el erotismo y la muerte van unidas de la mano en esta historia. Todo un cúmulo de sentimientos que las jóvenes dormidas y mudas son capaces de hablarle a Eguchi. De alguna manera lo que él desea oír.

La muchacha de esta noche, pese a esta dormida, tenía más vida que la de la otra noche. Había vida, y del modo más enfático, en su fragancia, en su tacto, en la índole de sus movimientos.  


Sin embargo Eguchi quiere romper las reglas de la casa, ir más allá de la sola contemplación de la belleza. Él quiere que las bellas durmientes reaccionen ante su presencia, despertarlas, hablar con ellas, descubrir detalles íntimos de sus vidas. De hecho, en algún momento se le pasa por la cabeza vulnerar su indefensión, violarlas e incluso estrangularlas. Pero todo es imposible, el sueño es una barrera invencible, imposible de derrumbar. 

Había llegado el momento en que el anciano no podía soportar el hecho de que la muchacha durmiera, no hablara, no conociera su rostro y su voz, de que no supiera nada de lo que estaba pasando, ni conociera a Eguchi, el hombre que estaba con ella.

El enigmático cuadro que propone el autor en esta historia; permite dibujar en nuestra mente, poéticas escenas que van entre la belleza y el recuerdo de lo perdido, la melancolía de lo añorado y la soledad. 

(...) Morir en una noche como ésta, con la piel de una muchacha para calentarle, debe ser el paraíso para un anciano.

A través de las descripciones físicas de estas hermosas doncellas, Kawabata logra darle vida a cinco mujeres que no aparecen conscientes y tampoco reciben un nombre en ninguna parte de la historia. 


Las mejillas estaban ruborizadas por el calor de la manta: El perfume era intenso. Las mejillas y los párpados redondeados. (...). Los ojos cerrados parecían decirle que tenían ante sí a una joven hechicera dormida. El cálido perfume lo envolvió. La habitación estaba impregnada de ella. 


La casa de las bellas durmientes es un contraste con la nostalgia de lo vivido y lo pasado, entre la vitalidad de la juventud y el ocaso de la vejez, es el baile de seducción que se da entre la muerte y la vida.



(...) sabía que dormir con una muchacha semejante era un consuelo efímero, la búsqueda de la desaparecida felicidad de estar vivo.




2 comentarios:

  1. Son admirables las descripciones tan detalladas, precisas y minuciosas que hace el autor, de cada jovencita, su cuerpo, sus movimientos y hasta su respiración; nos transportan a aquella habitación.
    Es curioso, que aunque hay descripciones mas detalladas sobre unas mujeres mas que otras, en todas habla sobre el color de sus labios, busca el tono rojizo en las mejillas, en su cuerpo, pareciera que hay un transfondo haciendo énfasis en la sangre como señal o símbolo de vida o de muerte.

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  2. Es interesante ver como la belleza femenina puede despertar los mas valiosos recuerdos y anhelos de seguir viviendo de ver lo valioso que se ha tenido y que quizá nunca nos detenemos a contemplar.
    como la belleza inmóvil, silenciosa, indefensa, te aferra a seguir viviendo cuando ya todo esta perdido.

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